Por si estallara en lágrimas
la angustia de no verte,
he guardado en el cofre del recuerdo
una imagen que es tesoro inmaculado:
tu sonrisa, oceano que revienta en la costera,
e impregna todo, cual febril tsunami.
Por si explotara en lágrimas
la ansiedad de verte cerca,
he guardado un mechón de tu cabello.
Aquel que recogí en el hospital
poco antes de que entraras al quirófano.
Por si estallara en lágrimas
mi corazón que late tus latidos,
he guardado en mis manos la tibieza
de tus mejillas infantiles
tantas veces sentida por mis labios.
Sólo un año y ya sufres
los más fieros tormentos,
porque Dios ha querido
nutrirte de dolores
desde tu alumbramiento.
Hoy te encuentras tan lejos,
en otras latitudes,
y no puedo mirarte,
ni tenderte mi mano
y aligerar un poco el peso de tu cruz.
En los últimos días que estuviste a mi lado
me mirabas distante y resentido.
Yo te comprendo:
Sentías que no te defendí
de las enfermeras y los médicos,
del dolor, en lecho de hospital,
pero no podía hacerlo.
Te amo tanto, Adriquito, ¡Pequeño gavilán!
Eres parte de mi, la más sagrada,
la más tierna e indefensa,
y te necesito cerca mío;
por si revienta en lágrimas,
este dolor que siento de no verte.
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