martes, 28 de julio de 2009

¿Qué haces tú, ahí?


¿Qué haces tú, ahí?
Si yo te necesito junto mío.
¿Qué haces tú, ahí?
Si dentro mío haces falta,
porque eres el oxígeno que en mi sangre navega,
eres luz a mi vida, ¡lamparita santa!
y sin ti, a mi lado, todo es sombras.

¿Qué haces tú, ahí?
tan lejos de mis manos,
donde la caricia de mis dedos
no toca tu mejilla tierna y tibia;
ni la seda rubia de tus cabellos infantiles.
¿Qué haces tú, ahí?
si yo te necesito al lado mío.

Estás tan lejos,
pero estás tan cerca;
porque eres parte mía:
carne y latido,
sentimiento y fuerza,
entraña que reclama desde el viento
la sonrisa de amor, de abuelo y nieto.

Anoche, nuevamente,
me dijeron que estabas entre médicos
en el frío edificio del St. Joseph.
Si apenas en un mes, dos veces han razgado tu sonrisa,
hundiendo el bisturí, en tu cabecita.
Dos veces conectado a esas máquinas de piedra...

¿Qué haces tú, ahí?
conectado a esos hierros y a esas sondas,
cuando yo estoy hambriento de escuchar
la sinfonía de tus balbuceos,
y tu espontanea carcajada de bebé
que sufre y ama, que ama y sufre,
sin saber siquiera, qué es la vida...

¡Me haces tanta falta, niño mío!
Qué no logro entender ¿cómo he podido
permanecer cincuenta y cuatro años
sin respirar la magia de tu imagen,
sin conocerte, sin tenerte. ¡Nieto mío!

Oh Jesucristo, imploro que me escuches,
este reclamo de misericordia:
Libra a mi niño de ese martillazo
que ahora ha caído en sus meninges.
Sólo te pido, padre, que le des
salud y vida, tranquilidad y vida,
y que me des a mi, la dicha de poder sentirlo cerca,
de cuidarlo y mostrarle nuestro mundo,
y amarlo y respetarlo y ver que ríe.

¿Qué haces tú, ahí? ¡Pequeño mío!
tan lejos de tu abuela que te ama,
y que sufre en silencio y llora tanto,
porque al igual que yo, tanto te ama.
Y tu padre que calla su dolor,
porque le inyecta fuerza la esperanza
de que pronto regreses a sus brazos.

Eres rico, mi niño, porque tienes
una fortuna inmensa de cariño,
de caricias guardadas, de palabras
para regarse como lluvia de cariños
a tu oído infantil. ¡Te amamos tanto!

¡Señor de Nazareth, haz el milagro
de su salud, para que pronto vuelva!

Aferrate a la vida, niño mío,
porque nos haces falta, ¡tanta falta!,
porque aquí tienes un oceano de cariño,
de hambre de ti; porque tu casa,
languidece de abrupta soledad,
porque eres flama, de amor, de fe, de luz,
de vida. Mi Adriquito, ¿Qué haces tú, ahí?

martes, 21 de julio de 2009

Por si reviento en lágrimas




Por si estallara en lágrimas


la angustia de no verte,


he guardado en el cofre del recuerdo


una imagen que es tesoro inmaculado:


tu sonrisa, oceano que revienta en la costera,


e impregna todo, cual febril tsunami.




Por si explotara en lágrimas


la ansiedad de verte cerca,


he guardado un mechón de tu cabello.


Aquel que recogí en el hospital


poco antes de que entraras al quirófano.




Por si estallara en lágrimas


mi corazón que late tus latidos,


he guardado en mis manos la tibieza


de tus mejillas infantiles


tantas veces sentida por mis labios.




Sólo un año y ya sufres


los más fieros tormentos,


porque Dios ha querido


nutrirte de dolores


desde tu alumbramiento.




Hoy te encuentras tan lejos,


en otras latitudes,


y no puedo mirarte,


ni tenderte mi mano


y aligerar un poco el peso de tu cruz.




En los últimos días que estuviste a mi lado


me mirabas distante y resentido.


Yo te comprendo:


Sentías que no te defendí


de las enfermeras y los médicos,


del dolor, en lecho de hospital,


pero no podía hacerlo.




Te amo tanto, Adriquito, ¡Pequeño gavilán!


Eres parte de mi, la más sagrada,


la más tierna e indefensa,


y te necesito cerca mío;


por si revienta en lágrimas,


este dolor que siento de no verte.


La sonrisa de Adrik




Tu sonrisa, mi amor, que acaramela
cada célula viva de tu entorno,
tan viva, tan auténtica, tan dulce,
tan libre de doblez, tan expansiva…
Tu sonrisa que explota al verme cerca,
la tengo tan presente
y a la vez tan distante.
El brillo de tus ojos jubilosos
cuando me miras cerca,
deslumbra a mi alma, me estremece todo,
e ilumina mis sueños.

domingo, 12 de julio de 2009

Sus ojos


Quisiera poder verme en ellos reflejado siempre.
beber su luz incandecente y tierna
Arrobarme en la magia de su calido espejo
sin tener que sufrir su castigo de ausencia, cuando duermes.

Después de la partida


Y luego que te marchas

¿qué dejas tras de ti?

una lápida fría, desolada y reseca

donde tu nombre escueto,

la fecha de tu muerte

y un "requiescan in pace"

gritan que tú, algún día

vagaste por la vida,

amaste, odiaste, reíste;

y tal vez construiste con tus manos un nido.


Después de que te marchas

que endeble la memoria

de aquellos que con lágrimas

lamentan tu partida.

Recuerdos que se borran,

imagenes que pierden,

frecuencia, claridad, consecuencia, motivo...


Cuando emprendas el vuelo

al infinito ignoto,

¿qué dejas tras de ti

que preserve tus sueños?

anécdotas, rencores, quizá fotografías

y el deseo infecundo

en aquellos que te amaron

de que al pasar el tiempo

y al doblar una esquina,

vaporoso, sonriente,

han de encontrarte un día.


Leonardo Reichel